martes, 20 de mayo de 2025

Y TÚ... ¿SABES CONTROLAR TUS EMOCIONES?

Vaya pregunta que os hemos hecho hoy ¿eh? Quizás, ni siquiera os la hayáis hecho alguna vez.

Nosotros trabajamos mucho el control de las nuestras en el cole: cuando tenemos peleillas, cuando acordamos nuestras normas en la asamblea para ponerlas en práctica, cuando leemos cuentos sobre las emociones (nuestro favorito es el del “Monstruo de los Colores”), cuando repasamos lo que nos ha gustado y lo que no del día, cuando hablamos de cómo son nuestros compis y lo que nos gusta o no de ellos, cuando hacemos nuestros ratitos de relajación…

Seguro que vosotros también lo hacéis, aunque a veces ni nos damos cuenta ¿verdad?

Pues, os vamos a contar que, además de todo lo que os hemos dicho, también hacemos actividades especiales con expertos que nos ayudan en este trabajo tan importante.

     La última ha sido chulísima. Belén, nuestra enfermera de referencia del cole, vino un día a nuestra clase y nos enseño algunos truquillos para controlar algunas de esas emociones que nos hacen sentir regular y que no nos gustan nada de nada. ¿Queréis que os los contemos? Mirad, mirad.

Comenzamos hablando de qué eran para nosotros las emociones: si eran importantes, si nos gustaba sentirlas, si somos capaces de ver lo que sienten los demás…

Después tuvimos un ratito de convertirnos en “Imitadores de emociones” y fuimos capaces de hacer un montón: alegría, tristeza, enfado, miedo, sorpresa…

Belén nos hizo entonces una pregunta: De todas las que habéis hecho, ¿cuáles os gustan más?

Todos coincidimos en la alegría, la sorpresa… las que nos hacen sentir genial cuando las tenemos o cuando vemos que las tiene la gente que queremos. Pero, a veces, también aparecen las otras más feillas: el enfado, la rabia, el miedo, la tristeza… Estas no nos hacen sentir muy bien.

Hay algo que puede ayudarnos a controlarlas y a que desaparezcan: El gran truco que nos ha enseñado Belén. Podemos controlarlas con un semáforo mágico: El Semáforo de las Emociones.

      Ella nos contó que lo que sentimos se parece a este semáforo: Cuando está la luz verde podemos pasar, seguir hacia adelante, no le estamos haciendo daño a nadie porque estamos respetando las normas. Entonces aparecen nuestras emociones buenas. Si el semáforo está en ámbar, debemos tener cuidado y precaución, como cuando nos empezamos a enfadar o alguien nos dice algo que no nos gusta. Ahí, nuestro cuerpo y nuestro cerebrillo debe encenderse bien para intentar volver al color verde y no llegar hasta el rojo. Porque si llega al rojo, ahora si es un lío. Aquí aparece todo lo prohibido, lo feo, lo que nos hace sentir realmente mal.

Y ¿cómo podemos conseguir esto? Pues con nuestras canciones de relajación, controlando nuestra respiración, cerrando un poquito los ojitos y sintiendo cómo entra el aire en nuestro cuerpo, poniéndonos en el lugar del otro e intentar saber lo que está sintiendo… Como dice Belén, lo que nos cueste menos trabajo pero que nos ayude a relajarnos. Así permanecemos en el color ámbar y podemos tomar las mejores decisiones sobre lo que vamos a hacer o a decir.

Estuvimos un ratito trabajando todo esto y después, Belén nos enseñó 2 videos que nos ayudaron a aprender más cosas sobre el control emocional.

El primero fue de una fábula chulísima. Sus protagonistas eran bastante tozudas y testarudas.

Érase una vez dos cabras que, ansiosas por vivir en libertad, abandonaron sus respectivos rebaños y bajaron las montañas, por diferentes lados, hasta la orilla de un río.

Por una extraña coincidencia, las dos cabras se encontraron en lados distintos del río, separadas por un tronco de árbol que hacía de puente para poder cruzarlo.

El tronco era demasiado estrecho y sólo podía pasar un animal o persona a la vez.

Las dos cabras, se miraron, y por lo testarudas y tercas que eran, decidieron avanzar por el tronco al mismo tiempo.

Al cruzar por el tronco, las dos cabras se encontraron frente a frente cuando llegaron a la mitad. Pero ninguna de las dos quiso ceder el paso a la otra.

Y allí se quedaron horas y horas sin que ninguna retrocediera, hasta que, en un determinado momento, el tronco empezó a romperse debido al peso de las cabras y ellas acabaron cayéndose al río.

Moraleja 1: Es más sabio cooperar que ser obstinado.

Moraleja 2: La testarudez y la terquedad son malas compañeras.

Vaya vaya, pues sí que no sirve de nada ser tan testarudo. Esto nos pasa muchas veces cuando nos empeñamos en hacer las cosas a nuestra manera y no escuchamos los consejos que nos dan. Al final, terminamos arrepintiéndonos.

El segundo video, fue de un niño que aprendió una gran lección que le enseñó su papá.

Había un niño que tenía muy, pero que muy mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma, clavase un clavo en la cerca de detrás de la casa.

El primer día, el niño clavó 37 clavos en la cerca. Al día siguiente, menos, y así con los días posteriores. Él niño se iba dando cuenta de que era más fácil controlar su genio y su mal carácter, que clavar los clavos en la cerca.

Finalmente, llegó el día en el que el niño no perdió la calma ni una sola vez y se lo dijo a su padre que no tenía que clavar ni un clavo en la cerca. Él había conseguido, por fin, controlar su mal temperamento.

Su padre, muy contento y satisfecho, sugirió entonces a su hijo que por cada día que controlase su carácter, sacase un clavo de la cerca.

Los días pasaron y el niño pudo finalmente decir a su padre que ya había sacado todos los clavos de la cerca. Entonces el padre llevó a su hijo, de la mano, hasta la cerca de detrás de la casa y le dijo:

- Mira, hijo, has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en todos los agujeros que quedaron en ella. ¡Jamás será la misma!

Lo que quiero decir es que cuando dices o haces cosas con mal genio, enfado y mal carácter, dejas una cicatriz, como estos agujeros en la cerca. Ya no importa tanto que pidas perdón. La herida estará siempre allí. Y una herida física es igual que una herida verbal.

Los amigos, así como los padres y toda la familia, son verdaderas joyas a quienes hay que valorar. Ellos te sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan, comparten una palabra de aliento y siempre tienen su corazón abierto para recibirte.

Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron que el niño reflexionase sobre las consecuencias de su carácter.

Anda, en esto sí que no pensamos muchas veces. Se nos olvida la huella que podemos dejar en el corazón de los demás. Belén nos lo explicó con un ejemplo muy sencillo.

Cogió un folio y nos dijo que era como un amigo o alguien a quien queremos mucho. Si nos enfadamos con él y le decimos cosas feas, su corazón se pone triste; ya no está brillante y bonito. Se arruga y se vuelve más feo. Nosotros podemos pedirle perdón, él nos perdona y el folio vuelve a estirarse. Pero, ¿está como al principio? No, ¿verdad? Ha dejado una huella, una cicatriz que ahí se queda. Por tanto, lo mejor de todo, es intentar controlar nuestras emociones para no hacerle daño a nadie. Y si todos lo hacemos, tampoco nos harán daño a nosotros. ¡Así seremos más felices todos juntos!

Es un plan genial. Lo pondremos en práctica Belén. Lo prometemos.

Cuando terminamos de ver estos videos, hicimos otra actividad muy interesante: Ver las emociones en las cosas que nos rodean, por ejemplo, en la música.

Pusimos varias canciones e intentamos averiguar qué emoción nos querían enseñar.

Vimos algunas de autores clásicos, más modernos, pero la que nos encantó, fue la música de la película “Del Revés”. Estas emociones las conocíamos muy requetebién, jaja.

Por último, terminamos bailando y sacando fuera toda la emoción que teníamos dentro después de esta bonita experiencia.

Muchísimas gracias Belén. Nos ha encantado compartir este ratito tan bonito contigo.

Vuelve pronto a visitarnos. Te esperamos cargados de las mejores emociones del mundo mundial. Muchos besetes.

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