El miedo constituye un fenómeno
universal, no sólo en la especie humana, sino en la mayoría de las especies que
habitan sobre la Tierra.
El miedo crea enorme malestar,
perturbando las actividades cotidianas y si se trata de niños o adolescentes,
puede dificultar significativamente su desarrollo personal y social, además de
crear serios problemas para los padres.
Dado el carácter evolutivo que
parece poseer el miedo, cada etapa del desarrollo del individuo se puede
caracterizar por una serie de miedos específicos:
PRIMER AÑO (BEBÉ; 0-12 MESES):
Miedos más comunes: pérdida de apoyo, sonidos fuertes, las
alturas, personas/objetos extraños, separación, objetos amenazadores (que
aparecen súbitamente).
Observaciones: el miedo a los extraños puede persistir como
timidez; suele sumarse al miedo de separación.
INICIO NIÑEZ (1-2,5 AÑOS):
Miedos más comunes: separación padres, extraños, tormentas,
mar, pequeños animales, insectos.
Observaciones: el miedo a la separación de los padres se
intensifica hacia los 2 años. En esta fase aparece el miedo a compañeros
extraños.
PREESCOLAR (2,5-6 AÑOS):
Miedos más comunes: oscuridad, animales en general,
quedarse solo/a, fantasmas, monstruos.
Observaciones: predominan los miedos a seres imaginarios
(fantasmas, monstruos...). Aparecen los miedos a los animales salvajes.
NIÑEZ MEDIA (6-11 AÑOS):
Miedos más comunes: sucesos sobrenaturales, heridas
corporales, daño físico, salud, muerte, escolares.
Observaciones: adquieren relevancia los miedos tipo
sangre-inyección-daño, y los miedos relacionados con el colegio (rendimiento
académico, compañeros, aspectos sociales.)
El miedo a la separación surge
ante una situación amenazante o cuando no está la madre, entonces el niño
experimenta ansiedad y miedo. Por ejemplo, cuando el niño no quiere ir al
colegio, porque es una situación diferente a la de su entorno familiar, y no
está la madre para protegerlo. Este problema surge cuando las madres son
demasiado protectoras con sus hijos, no dejándoles libertad para explorar por
ellos mismos el entorno que les rodea. Pero si por el contrario, la madre le
proporciona protección y reconoce la necesidad de independencia del niño, esto
dará como resultado que el niño se sienta querido, apreciado y va a tener mayor
autoconfianza, favoreciendo un desarrollo personal y social positivo con el
resto de sus compañeros.
Algunos niños tienen miedo a ir
al médico, una forma de controlar esta situación, consiste en explicarles que
el médico es su amigo y que va a ayudarle a ponerse bien; por lo general, el
pediatra suele jugar con el niño para que se relaje y se sienta más seguro. Es
importante darle una recompensa al niño después de la visita al pediatra, y
decirle que se ha portado muy bien, de esta forma irá perdiendo progresivamente
el miedo.
El miedo a los fantasmas, a la
oscuridad o a los monstruos, suele estar producido por la información que
recibe el niño de los medios de comunicación, de las películas y de los juegos
violentos que se encuentran actualmente en el mercado; sería recomendable que
el niño viera dibujos o películas, donde se valore el compañerismo, las
relaciones positivas con los demás, la comprensión, etc. Otra forma de reducir
este tipo de miedo, sería dejar una pequeña lamparita encendida en el cuarto
del niño, de esta forma, si se despierta en mitad de la noche, podrá ver que
está en un lugar seguro.
Otro tipo de miedo muy frecuente en los niños, es
el denominado terror nocturno, que ocurre en el primer tercio de la noche; el
niño suele despertarse de manera agitada, llora, tiene temblores y es difícil
de conseguir que se calme. Es un miedo totalmente normal, aunque en algunas
ocasiones se suele relacionar con cansancio o estrés. Lo mismo ocurre con las
pesadillas, aunque éstas se producen en el segundo tercio de la noche.
La familia, en definitiva, es el
entorno prioritario donde el niño se va a ir desarrollando en todos los
aspectos. Es muy importante que exista un buen clima familiar ( por ejemplo,
jugando con él, escuchándole, dejando que él, de vez en cuando elija su propia
ropa, para que vaya desarrollando su capacidad de opinión y crítica) y a partir
del cual, se impulse al niño a relacionarse con otros niños ( por ejemplo, en
su barrio, en el colegio), y bajo la atenta mirada de los padres, dejar que el
niño explore todo aquello que le llame la atención, favoreciendo el desarrollo
de su independencia, de la confianza en sí mismo.