La belleza del arco iris está en la variedad de sus colores. Todas las personas que poblamos la Tierra tenemos el mismo orígen. Somos muy parecidos y, lo que es más importante, también lo son nuestros sentimientos y nuestras razones de vivir. De una u otra manera, todos nos planteamos las mismas preguntas y estamos igualmente ávidos de hallar respuestas a las incertidumbres que vivimos. La educación debe promover este encuentro con lo diferente.
En su proceso de socialización, el niño deberá ir aceptando esta variedad y descubrirá que las relaciones humanas se enriquecen a medida que se entretejen todos esos encuentros. Porque uno se complementa de otro y sólo así se descubre el colorido de la especie humana.
Desde los primeros años escolares se pueden crear actitudes de integración de esta variedad, de esta igualdad en la diferencia. El niño que es aceptado aprende a aceptar, aprende a valorar lo mucho que le une a los demás por encima de la cultura que le puede separar. Entendemos que esto es trabajar por una cultura de paz y de tolerancia. Esto es educar para la vida.